Permítenos contarte una pequeña historia.
Hace ya unos cuantos años, en la segunda mitad del s.XIX, la viticultura de la Rioja vivió disfrutó una profunda revolución merced a los comerciantes de vino franceses que llegaron a esta zona debido a la invasión de los viñedos europeos por la plaga de la filoxera. En aquel entonces, el vino se comercializaba de manera muy distinta a como lo hacemos hoy.
Aquellos comerciantes o "COMISIONADOS" (así se denominaba a los delegados de las empresas compradoras) viajaban a Rioja en el mes de febrero para iniciar su labor de catar los vinos -todavía inmaduros- de las distintas bodegas. La llegada de estos personajes era motivo de una auténtica fiesta popular. El pueblo recibía con música y gran algarabía aquellos trenes llenos de 'dinero'.
Es significativa la anécdota que, todavía hoy en Haro, continúan llamándose "Parúse" a los populares confeti. Y esto es debido a los gritos de ¡¡¡Pas rouge!!! ¡¡¡Pas rouge!!! (Rojos no) que, aterrados, daban los comisionados franceses ante la oleada de confetis rojos que, al desteñirse, manchaban sus inmaculadas camisas.
Durante varios días, aquellos expertos probaban los vinos y, tras una cuidadosa y profesional selección, "reservaban" - de aquí el origen de la palabra RESERVA- una o varias partidas de barricas que quedaban en bodega hasta que se completaba su crianza. Más adelante, el comprador va poco a poco depositando su confianza en determinadas firmas y dejando a criterio de sus bodegueros la selección de sus vinos.
Esta historia, la de aquel 'viejo tren' inspiró la filosofía que en el año 1976 puso en marcha nuestra bodega madre 'La Rioja Alta,S.A.' con el pionero nacimiento del Club de Cosecheros y con la elaboración de un vino exclusivo que emana compromiso, responsabilidad, dedicación y amistad. Unos valores que también se han trasladado al Club de Cosecheros de nuestra bodega Torre de Oña, fundado en el año 1997.


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Candido5 de Octubre de 2011 a las 18:02Una historia bonita y nostalgica,hay cosas que no deberian cambiar nunca.